31 de octubre de 2025

Durante décadas, Monsanto ha sido sinónimo de poder, polémica y control sobre la agricultura global. Detrás de la promesa de “alimentar al mundo” se esconde una red de intereses corporativos, patentes y leyes diseñadas para blindar su monopolio sobre algo que debería ser patrimonio universal: las semillas y la vida misma. Esta narrativa corporativa ha sido criticada por priorizar ganancias sobre la sostenibilidad, con estudios independientes cuestionando su impacto en la biodiversidad y la salud humana, mientras que defensores argumentan que las innovaciones en GMOs han reducido el uso de pesticidas en un 7,2% globalmente entre 1996 y 2020, aunque este beneficio se ve opacado por el aumento en la resistencia de plagas y la dependencia química a largo plazo.

🧬 El Origen del Poder: De Herbicidas a Dueños del ADN Vegetal

Fundada en 1901, Monsanto comenzó produciendo químicos industriales, pero su verdadero salto vino con la creación del herbicida Roundup (glifosato) y las semillas transgénicas resistentes a este mismo químico. El truco fue tan brillante como perverso: vender el problema y la solución en un mismo paquete. Así nació un modelo de negocio cerrado, donde el agricultor dependía completamente de sus productos año tras año.

Lo que alguna vez fue una herramienta para mejorar los cultivos se convirtió en un sistema de dependencia. Monsanto no solo vendía semillas, sino que patentaba su genética, haciendo ilegal guardarlas o replantarlas. Un acto que, en esencia, privatizó el ciclo natural de la vida vegetal. Críticos han calificado esto como «biopiratería», argumentando que las patentes sobre semillas GM permiten a corporaciones como Monsanto reclamar derechos sobre recursos genéticos que deberían ser comunes, aunque defensores rechazan esto como un mito, insistiendo en que las patentes fomentan la innovación biotecnológica. Además, estudios recientes en Argentina han demostrado que el glifosato puede dañar gusanos de tierra, causando alteraciones celulares y en el ADN, exacerbando la degradación del suelo.

⚖️ Las Leyes al Servicio del Monopolio

El mayor escándalo no fue la creación de organismos genéticamente modificados (OGM), sino la forma en que las leyes se moldearon para proteger los intereses de la corporación. En Estados Unidos, las reformas a las leyes de patentes y biotecnología en los años 90 permitieron patentar formas de vida. Monsanto aprovechó esto para reclamar la propiedad intelectual de sus semillas modificadas.

De allí surgieron casos judiciales absurdos: Agricultores demandados por contaminación cruzada (cuando el polen de cultivos transgénicos invadía sus campos sin permiso). Productores que debían pagar regalías a Monsanto incluso cuando no habían comprado sus semillas. Gobiernos presionados para permitir la entrada de cultivos transgénicos bajo amenaza de sanciones comerciales.

En resumen: la ley dejó de proteger al campesino y comenzó a proteger a la corporación. Un informe de 2004 del Center for Food Safety documentó cómo Monsanto usaba tácticas agresivas, incluyendo demandas contra agricultores por «voluntarios» de semillas patentadas en sus campos, lo que ha llevado a pérdidas financieras y a la erosión de la libertad de elección de los productores. En 2025, estas prácticas persisten, con Bayer (sucesora de Monsanto) agregando 1.370 millones de dólares a sus reservas para litigios pendientes, mientras que un tribunal de Missouri confirmó un veredicto de 611 millones de dólares contra la compañía por daños causados por Roundup.

🌍 Una Red Global de Influencia y Censura

Monsanto no actuó sola. Su poder fue respaldado por alianzas con gobiernos, universidades y medios. Científicos que criticaban los efectos del glifosato o de los transgénicos eran desacreditados, y sus investigaciones, silenciadas. Mientras tanto, la empresa invertía millones en relaciones públicas para mantener su imagen de “innovadora en sostenibilidad”.

En muchos países, Monsanto consiguió licencias exclusivas, subsidios y apoyo estatal bajo el discurso de “modernización agrícola”. Pero detrás de ese progreso, se escondía un modelo económico que desplazó la agricultura tradicional, homogenizó los cultivos y destruyó la biodiversidad. Por ejemplo, en países en desarrollo, la expansión de GMOs ha llevado a la resistencia de plagas locales, obligando a agricultores a usar más pesticidas, lo que aumenta costos y riesgos ambientales. Defensores de la compañía argumentan que estas alianzas han impulsado el crecimiento agrícola, pero críticos señalan que el control corporativo sobre semillas GM ha transformado el suministro global de semillas, restringiendo el acceso a variedades no patentadas.

💀 El Precio Humano y Ambiental

El uso masivo del glifosato ha dejado consecuencias devastadoras: contaminación de suelos, aguas y alimentos; incremento de enfermedades respiratorias y cáncer en comunidades rurales; y el colapso de ecosistemas enteros. Lo más grave: las mismas leyes que blindan las patentes de Monsanto impiden una regulación efectiva de los daños.

Mientras tanto, los agricultores se endeudan, pierden su independencia y terminan atrapados en un ciclo que solo beneficia a la empresa que les vendió la promesa de prosperidad. El campo se convierte en un laboratorio corporativo y la humanidad, en su conejillo de indias. Estudios científicos recientes vinculan la exposición al glifosato con disrupción endocrina, reducción en el peso al nacer y menor duración de la gestación en poblaciones expuestas, además de impactos en cadenas alimentarias y calidad del agua. Aunque algunos informes destacan que los GMOs han disminuido el impacto ambiental en un 17,3% mediante el menor uso de insecticidas, esto se contrarresta con la pérdida de biodiversidad y efectos en organismos no objetivo, como insectos benéficos y ecosistemas acuáticos.

🌾 El Nuevo Rostro del Imperio: Bayer-Monsanto

En 2018, la farmacéutica alemana Bayer compró Monsanto por más de 63.000 millones de dólares. La fusión de una compañía agrícola y una farmacéutica despertó el temor más lógico de todos: “Quien controla la comida, controla la salud. Y quien controla ambos, controla el mundo.”

Aunque el nombre Monsanto desapareció, su legado y prácticas continúan bajo el paraguas de Bayer Crop Science. Los juicios por el glifosato siguen acumulándose, pero el daño ya está hecho. Para octubre de 2025, Bayer ha resuelto cerca de 100.000 demandas por Roundup, pagando alrededor de 11.000 millones de dólares, con al menos 63.000 casos pendientes y esfuerzos intensos para cambiar leyes de etiquetado y evitar más responsabilidades. Representantes de Bayer admiten que el futuro del glifosato es incierto debido a estos desafíos legales, lo que podría forzar reformulaciones o retiros en algunos mercados.

🕊️ La Resistencia y el Futuro

A pesar de todo, millones de personas y organizaciones en todo el mundo se levantan cada día para recuperar el control sobre lo más sagrado: la soberanía alimentaria.
El movimiento por las semillas libres, la agroecología y la agricultura regenerativa crece como una alternativa real al modelo corporativo.

Mientras las grandes empresas intentan patentar la naturaleza, hay comunidades que guardan y comparten sus semillas como un acto de resistencia y amor por la Tierra.
Porque la vida no se patenta, se cuida.


🧠 Reflexión Final

El caso Monsanto es un espejo de nuestra época: una sociedad que permite que la ambición y el dinero dicten las reglas incluso sobre la vida.
Pero también es una advertencia.
Cada semilla libre, cada agricultor independiente, cada consumidor consciente es una grieta en el muro del monopolio.
El futuro no debe pertenecer a las corporaciones, sino a la humanidad que depende de la tierra para vivir.

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