Cuando Microsoft anunció con bombos y platillos que Windows 10 sería “el último Windows”, todos pensaron que por fin la compañía había encontrado la fórmula definitiva. Pero claro, era Microsoft… y como era de esperar, aparecieron con Windows 11 acompañado de su polémico requisito estrella: el famoso TPM 2.0.

Un chip de seguridad que sonaba a cosa futurista y exclusiva, pero que en realidad dejó a millones de usuarios con PCs perfectamente funcionales tirados como trastos viejos. “No hay TPM 2.0, no hay Windows 11”. Ese fue el mantra de Redmond, con cara de “sé lo que es mejor para ti”.
Pues bien, tras cuatro años de marear la perdiz, de usuarios buscando parches y trucos para saltarse la restricción, Microsoft ha hecho lo impensable: permitir instalar Windows 11 sin TPM 2.0. Sí, los mismos que te dijeron que tu PC era “inseguro, obsoleto y casi terrorista” ahora abren la puerta para que lo instales como si nada.
Claro, con trampa, porque en letra chiquitita te advierten que si lo haces no tendrás soporte ni actualizaciones. Es decir:
- “Instálalo si quieres, pero no vengas llorando”.
- “No es nuestro problema si tu PC explota”.
- “Y olvídate de parches, que esos son solo para los chicos buenos con TPM”.
En resumen: Microsoft no retiró el TPM 2.0, simplemente se resignó a que medio planeta lo iba a esquivar con hacks y guías de YouTube. Así que decidieron oficializar lo que ya estaba pasando, pero maquillándolo como si fuera un acto de generosidad.
La jugada es clara: pierdes soporte, pierdes actualizaciones, pierdes garantía… pero ellos no pierden el orgullo. Bueno, casi.
Mientras tanto, los usuarios ya tienen la última risa:
- Los que antes no podían instalar Windows 11, ahora sí.
- Los que tenían que hacer malabares, ahora lo hacen oficial.
- Y Microsoft, que tanto se aferró al TPM, ahora queda como el padre estricto que un día llega diciendo “bueno, está bien, pero bajo TU responsabilidad”.
El TPM 2.0, ese “candado mágico” de Windows 11, terminó siendo más una herramienta de marketing que un requisito real. Y al final, la propia Microsoft tuvo que admitirlo… aunque eso sí, sin bajarse del pedestal, ni que fueran a reconocer un error tan monumental.
Hablemos claro: lo que está haciendo Microsoft con Windows 11 se nota a leguas como un manotazo de ahogado. Desde un inicio pusieron el requisito obligatorio del TPM como si fuese una especie de “llave mágica” para garantizar seguridad, cuando en realidad lo que lograron fue dejar a millones de usuarios afuera y empujarlos a buscar alternativas, como Linux. Ese miedo a perder usuarios explica por qué ahora, de repente, permiten instalar Windows 11 sin TPM, pero con una trampa incluida: si lo haces así, no recibirás actualizaciones de seguridad.
En otras palabras, Microsoft insiste en maltratar a sus propios usuarios. Te venden el TPM como la condición indispensable para estar protegido, pero al mismo tiempo te dicen que, si no lo tienes, quedarás sin parches de seguridad, expuesto a todo tipo de riesgos. ¿Qué clase de “seguridad” es esa? En lugar de ofrecer opciones claras y apoyar a quienes aún tienen equipos plenamente funcionales, la estrategia se convierte en castigar al usuario que no cumple con su “regla arbitraria”.
Lo que en realidad logran con esto es aumentar la inseguridad de millones de usuarios que, por necesidad o desconocimiento, instalan Windows 11 sin TPM sin actualizaciones o se mantienen en windows 10 y tambien sin actualizaciones de seguridad. Ojo la negativa a permitir actualizaciones es decisión de Microsoft que si quisiera podrían seguir dando las actualizaciones pero no lo quieren hacer a modo de chantaje.
La jugada de Microsoft refleja desesperación: quieren que más gente use Windows 11 a cualquier costo, incluso a costa de generar más inseguridad y malestar entre sus usuarios. El TPM no es la solución mágica a todo, pero sí se ha convertido en la excusa perfecta para imponer restricciones, manipular y mantener a los usuarios atados a un sistema que cada vez se siente más forzado.