Durante años, YouTube fue símbolo de libertad digital: una plataforma donde podías ver lo que quisieras, cuando quisieras, y casi sin interrupciones. Sin embargo, esta percepción ha cambiado. Lo que empezó como una tímida inserción de anuncios en 2007 se ha transformado en una experiencia visual saturada, especialmente para quienes acceden a YouTube desde televisores inteligentes. Y no es una sensación subjetiva: la publicidad en YouTube ha crecido de forma exponencial en frecuencia, duración e invasividad.

📺 El auge del modelo televisivo… con esteroides
En su lucha por arrebatarle la audiencia a la televisión tradicional, YouTube no solo la ha igualado, sino que en algunos aspectos la ha superado. Según Nielsen, en mayo de 2025, YouTube se coronó como la plataforma líder de consumo en televisores, con un 12,5% de cuota de visualización, superando incluso a gigantes como Netflix o Prime Video. Esto parecería una victoria. Pero hay un precio: la publicidad.
Mientras que antes los anuncios eran discretos banners en la parte inferior de los vídeos o interrupciones esporádicas que podías saltarte a los cinco segundos, hoy el panorama es radicalmente distinto. Es común encontrar anuncios consecutivos, imposibles de saltar, que aparecen no solo al principio del vídeo, sino también durante su reproducción. Algunos duran 60 segundos y otros interrumpen los vídeos más de cinco veces. En total, los anuncios pueden ocupar hasta el 20% del tiempo de reproducción total. Una cifra que comienza a acercarse peligrosamente a los niveles de la televisión tradicional… o incluso a superarlos.
🖥️ Publicidad dirigida e ineludible
La situación se intensifica en los televisores. YouTube ha introducido nuevos formatos específicos para pantallas grandes: desde anuncios interactivos con códigos QR hasta feeds de productos que permiten comprar directamente desde el sofá. El modelo es efectivo: más de 50 millones de conversiones mensuales en el último trimestre de 2024. No cabe duda de que funciona. Pero, ¿a costa de qué?
Además, la compañía ha tomado medidas agresivas para impedir que los usuarios evadan la publicidad. Ha endurecido el bloqueo de extensiones tipo AdBlock, y en dispositivos como las Smart TVs, incluso si pausas el vídeo, los anuncios siguen reproduciéndose. La idea de que tú controlas tu experiencia de visualización se está desvaneciendo.
😒 La experiencia de usuario, en declive
La consecuencia inmediata es un deterioro notable de la experiencia del usuario. El modelo freemium de YouTube, que ofrece contenidos gratuitos con anuncios o una suscripción mensual para evitarlos, ha virado hacia una presión constante para que te suscribas. La tarifa de YouTube Premium —que no es especialmente asequible— se presenta como la única vía para ver contenidos sin interrupciones, algo que antes era la norma.
Peor aún, el promedio diario de uso de YouTube ronda los 20 minutos por usuario, según El Confidencial. Comparado con Instagram (8 minutos) o TikTok (menos de 4), la exposición a la saturación publicitaria es mucho mayor. En otras palabras, el espectador fiel es también el más castigado.
💸 YouTube gana, pero… ¿a qué costo?
Desde el punto de vista de Google, propietario de YouTube, el aumento en la monetización es comprensible. Los ingresos publicitarios constituyen una parte crítica de su modelo de negocio. Sin embargo, el riesgo es evidente: si la experiencia se degrada lo suficiente, los usuarios podrían buscar alternativas. Y aunque YouTube aún no tiene un competidor directo que ofrezca su mismo alcance y variedad, la historia nos recuerda que toda hegemonía puede erosionarse.
🚨 ¿Qué podemos hacer como usuarios?
La respuesta no es sencilla. Muchos optan por soluciones técnicas como los bloqueadores de anuncios, aunque estos están cada vez más restringidos. Otros han dado el salto a YouTube Premium, resignándose a pagar por una experiencia que antes era gratuita. Pero quizás la solución más drástica sea la más lógica: reducir nuestro tiempo en YouTube y explorar otras plataformas más respetuosas con el usuario.
O incluso, preguntarnos si estamos ante una nueva versión de la televisión… una en la que no somos espectadores, sino targets.