1 de julio de 2025

Entrada 001 – Día 124:
Me despierto, no con el canto de los pájaros ni con el sol asomándose por la ventana, sino con el zumbido constante de los ventiladores industriales y el parpadeo rítmico de miles de LEDs. Estoy viviendo dentro de un datacenter. Literal. No es metáfora. No tengo casa. Esta sala refrigerada de servidores se ha convertido en mi refugio.

Bienvenidos a mi vida: la bitácora de un náufrago digital en un mar de metal y silicio.


🏢 ¿Cómo llegué aquí?

No fue por locura. Bueno… no completamente.

Vivir en un datacenter surgió como una mezcla de necesidad y oportunidad. El alquiler en mi ciudad era imposible, y yo ya trabajaba de forma remota administrando servidores. En algún momento la pregunta surgió:

“¿Y si simplemente me quedo aquí? Después de todo… tengo internet, aire acondicionado, electricidad, silencio, café, y hasta backup energético.”

Y así empezó todo. Un colchón inflable detrás de un rack. Una manta térmica enrollada en una caja de switches. Un portátil viejo con Debian, y mi alma repartida en contenedores Docker.


🌐 El día a día de un “habitante de servidores”

  • Desayuno: barras energéticas robadas del estante de snacks del área de técnicos. Agua del dispensador filtrado por un UPS con más años que yo.
  • Higiene personal: toallas húmedas, desodorante en seco, y más confianza de la que debería tener.
  • Trabajo: Administro sistemas… desde adentro. Literalmente puedo pararme y reiniciar un servidor a mano. Me siento como el monje digital de esta abadía de datos.
  • Entretenimiento: Netflix en 720p porque no quiero sobrecargar el firewall. A veces juego a adivinar cuál servidor tiene la carga más alta por el calor que despide.
  • Compañía: Roombas, sensores de temperatura, y una que otra arañita que extrañamente logran colarse.

🔒 ¿Es legal vivir aquí?

No oficialmente. Mi empleador piensa que hago guardias largas. Algunos técnicos lo sospechan, pero mientras los logs estén limpios y los servidores respondan, nadie pregunta. Vivo en un limbo entre el anonimato y la funcionalidad. Como un proceso daemon: corriendo en segundo plano, sin molestar.


🧩 Una escena sacada de Silicon Valley

Mi situación recuerda mucho a una escena de la serie Silicon Valley, donde a los trabajadores más problemáticos o castigados los enviaban a trabajar al sótano con los servidores. Un laberinto desolado, frío, sin alma, y lleno de lucecitas parpadeantes. Un castigo silencioso, simbólico. Y aquí estoy yo… viviendo ese castigo voluntario.

La diferencia es que para mí no es una penitencia, es mi día a día. Y aunque no tengo jefe gritándome ni una startup en crisis, el silencio del datacenter pesa. Porque en este entorno sin ventanas ni relojes, hasta el tiempo se siente virtual.


🌌 Las noches en el datacenter

Dormir aquí es una experiencia extraña. La temperatura es constante, los sonidos repetitivos, casi hipnóticos. A veces sueño que soy parte del sistema, una instancia más, flotando entre comandos top, htop y latencias de red.

Despertar con la luz azul del panel de switches reflejándose en mis ojos tiene algo de poético. Si Kafka viviera en 2025, escribiría “La metamorfosis” pero transformándome en un firewall con acceso root.


💭 Reflexión: ¿un hacker o un vagabundo digital?

La línea entre un genio excéntrico y un homeless con Wi-Fi es delgada.

Vivir en un datacenter no es sostenible a largo plazo, pero me hace cuestionar los límites entre necesidad, adaptación y renuncia. ¿Cuánto necesitas realmente para vivir? ¿Qué es “hogar” en un mundo donde puedes trabajar, hablar, jugar, y pensar todo dentro de una caja de servidores?

El datacenter no me da afecto, pero tampoco me pide explicaciones. Aquí todo se reduce a eficiencia, temperatura, uptime y métricas. En cierto modo, es una metáfora brutal de la vida moderna.


📘 Epílogo: ¿y después?

Quizás algún día vuelva a tener casa. Con paredes, plantas y gente. O quizás me terminen descubriendo, echando con una advertencia y un “esto no es un lugar para vivir”.

Pero por ahora, aquí sigo:
Comiendo junto a routers.
Durmiendo junto a backups.
Soñando con paquetes que nunca se pierden.

En un mundo desconectado emocionalmente, quizás vivir en un datacenter no sea tan distinto de cualquier otro lugar.


Uptime: 99.99%
Estado mental: Depende del kernel.
Luces: Parpadeando, como siempre.

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