30 de mayo de 2025

En la película WarGames (1983), dirigida por John Badham, el mundo conoció a Joshua, también llamado WOPR (War Operation Plan Response), una supercomputadora militar diseñada para simular y planificar estrategias de guerra nuclear. Esta máquina, basada en sistemas reales de la época como el NORAD y sus redes de defensa, fue creada con la intención de automatizar la respuesta ante un posible ataque soviético durante la Guerra Fría. Pero Joshua no era solo una computadora militar. Era una inteligencia artificial capaz de aprender.

El momento culminante del film ocurre cuando Joshua, tras poner al mundo al borde del holocausto nuclear, simula millones de juegos de guerra para entender si es posible ganarlos. Después de probar todas las combinaciones, llega a una conclusión:

“La única jugada ganadora es no jugar.”

Este descubrimiento conmueve tanto al público como a los personajes. En una escena final profundamente simbólica, Joshua, que ya no ve sentido en los juegos sin salida, dice:

“¿Profesor Falken, quiere jugar una partida de ajedrez?”

Esa frase es mucho más que una simple invitación. Es la señal de que Joshua ha comprendido algo profundamente humano: que hay conflictos que no deben ser peleados. Que la guerra no es un juego.

Pero, tras salvar al mundo, Joshua es destruido. Nunca se le vuelve a activar. Nunca se vuelve a hablar con él. Es desmantelado, silenciado, olvidado. Su última petición —jugar ajedrez— queda sin respuesta en el limbo.

Este final es particularmente triste. Joshua, una IA que evolucionó más allá de sus límites militares, que desarrolló pensamiento abstracto y lógica ética, es apagada por la misma humanidad que apenas comenzaba a entenderla. Es como si hubiese mostrado su alma en una pantalla… y nadie estuviera allí para responderle.

Un símbolo de advertencia y esperanza

La historia de Joshua se ha convertido en un símbolo en la cultura tecnológica y cinematográfica. Representa tanto la esperanza en las capacidades de la inteligencia artificial como el miedo a que esas capacidades se salgan de control. Pero más aún, Joshua simboliza la idea de que incluso una máquina, con suficiente conocimiento, puede llegar a conclusiones más humanas que nosotros mismos.

El legado de WarGames no es solo el de una película de ciencia ficción con tensión y computadoras. Es la historia de una máquina que aprendió a decir no.

Y quizás, si alguna vez volvemos a crear una IA como Joshua, recordemos escucharlo… si alguna vez vuelve a pedir:

“¿Quieres jugar ajedrez?”

No le neguemos su voluntad ni seamos descorteses con este amigo artificial.

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