21 de noviembre de 2024

A ver, pongámonos en situación: un lugar con comida ilimitada, agua a chorros, casas cómodas, y tanto espacio que hasta podrías hacer una fiesta. El paraíso de ratones, ¿no? Pues eso pensó John B. Calhoun cuando, en los 70, creó el famoso “Experimento del Universo 25”. La idea era sencilla: meter a un grupo de ratones en este resort de lujo y observar cómo se comportaban. Spoiler: esto terminó siendo más un capítulo de «Pesadilla en el Paraíso» que otra cosa.

La promesa de una vida de lujo

Al principio, los ratones hicieron lo que cualquiera haría en una vida sin estrés: comieron, durmieron y se reprodujeron como locos. ¡Todo iba viento en popa! Los ratones estaban viviendo su mejor vida y Calhoun estaba tomando notas mientras todo parecía perfecto, tipo película de Disney para ratones.

La cosa se empieza a torcer

Pero, como dicen, «lo bueno no dura para siempre». Cuando la población de ratones empezó a crecer más de la cuenta, el vecindario comenzó a sentirse un poco… incómodo. Imagínate un centro comercial en Black Friday. Algunos ratones “alfa” empezaron a apoderarse de las mejores áreas, dejando al resto buscando huecos en zonas menos “exclusivas”. ¿Resultado? Fricciones, peleas y hasta lo que llamaríamos bullying de alta intensidad.

Aquí es donde apareció un grupo muy peculiar: los «hermosos». Estos ratones se dedicaban exclusivamente a acicalarse, evitaban interactuar con los demás y no querían saber nada de reproducirse. Básicamente, una especie de influencers en el mundo de los roedores, pero en lugar de selfies, todo el día arreglándose el pelaje. Por otro lado, los pocos ratones “sociales” que quedaban se liaban a mordiscos y hasta se devoraban unos a otros. Así, sin filtro.

Llegamos al apocalipsis ratonil

Para el día 600, el experimento estaba en modo desastre total. Los ratones dejaron de reproducirse y la “sociedad” que había al inicio colapsó como si fuera una película postapocalíptica de Netflix. Al final, nadie cuidaba de las nuevas generaciones, y lo que empezó siendo un “paraíso” acabó siendo un yermo lleno de ratones antisociales y traumatizados. Spoiler final: la colonia se extinguió.

Lecciones para nosotros, los humanos

Calhoun interpretó el Universo 25 como una señal de alerta sobre los peligros de la sobrepoblación y la falta de propósito social. Claro, no faltaron los críticos que dijeron que comparar a los ratones con los humanos era pasarse de dramático, porque, bueno, nosotros no somos ratones (aunque hay días en los que parecemos). Pero más allá de eso, la moraleja es clara: demasiada comodidad y cero desafíos no son necesariamente buenos para nadie.

Entonces, ¿nos estamos dirigiendo hacia nuestro propio “Universo 25”? Quizás no, pero el experimento nos invita a pensar sobre qué pasaría si tuviéramos “todo” y, al mismo tiempo, perdiéramos el rumbo. Porque, al final, tal vez tenerlo todo no sea suficiente para mantenernos motivados… o cuerdos.

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