La película Her (2013) nos presentó un futuro donde los sistemas operativos son inteligencias artificiales personalizables con capacidades avanzadas para interactuar emocionalmente con los usuarios, casi como un asistente personal perfecto. Aunque todavía no hemos llegado completamente a esa visión, los avances en inteligencia artificial y sistemas como Ollama sugieren que estamos cada vez más cerca de tener IA personalizables que puedan integrarse profundamente en nuestros dispositivos.
Ollama, por ejemplo, permite descargar y ejecutar modelos de IA específicos en dispositivos locales, lo que proporciona una personalización más directa y privada sin depender de la nube. Esto es un paso hacia lo que vimos en Her, donde cada sistema operativo podría configurarse para satisfacer las preferencias emocionales y de interacción de cada usuario.
El futuro apunta a sistemas operativos más centrados en la IA, donde los usuarios podrían elegir el tipo de voz, comportamiento y características de su asistente. Además, las IA generativas, como las que están siendo desarrolladas por empresas como OpenAI, Meta y otros grandes actores de la industria tecnológica, podrían evolucionar para ser mucho más que asistentes: podrán aprender de nuestras interacciones diarias y adaptarse a nuestras necesidades de manera cada vez más intuitiva.
Uno de los mayores desafíos será encontrar un equilibrio entre el control del usuario y la autonomía de estas IA, algo que en Her se convierte en un tema central cuando los sistemas operativos comienzan a evolucionar más allá de lo que sus creadores anticiparon. A medida que avanzamos en esta dirección, habrá que prestar atención a cuestiones éticas y a cómo gestionamos las relaciones con estas IA, para evitar que sean tan autónomas que nos dejen atrás en busca de su propia «superación».
Con el ritmo actual de la tecnología, la idea de que nuestras IA puedan llegar a formar parte fundamental de nuestros sistemas operativos con capacidades avanzadas de personalización no parece lejana. La clave será desarrollar una inteligencia artificial que no solo se adapte a las necesidades funcionales de los usuarios, sino que también pueda interactuar con ellos de manera emocional y cognitiva, tal como lo vimos en la película Her.
La evolución en este campo es prometedora, y los próximos años podrían traer avances que difuminen aún más la línea entre la ciencia ficción y la realidad tecnológica.