Durante décadas, Microsoft fue sinónimo de estabilidad, compatibilidad y continuidad en el mundo del PC. Desde Windows 95 hasta Windows 10, la compañía mantuvo un equilibrio casi perfecto entre innovación y soporte al hardware existente, permitiendo que millones de usuarios mantuvieran equipos x86 plenamente funcionales durante años.
Sin embargo, en los últimos tiempos la historia parece haber dado un giro preocupante. Microsoft está cometiendo una serie de decisiones que, lejos de fortalecer su plataforma, están debilitando su presencia en el sector PC tradicional.

Actualizaciones defectuosas y abandono del sector x86
Una de las quejas más recurrentes de la comunidad técnica es la pérdida de calidad en las actualizaciones de Windows 11. Parche tras parche llegan errores graves, fallos de rendimiento, problemas en drivers, pantallas azules y pérdidas de funcionalidad básica. Lo más grave es que esta tendencia se está volviendo habitual, marcando un claro contraste con la etapa más estable de Windows 10.
El retiro silencioso del Windows Insider Program como canal efectivo de retroalimentación ha agravado la crisis. Este sistema permitía a miles de usuarios expertos detectar bugs y reportarlos antes de que llegaran al público general. Hoy esa voz se ha minimizado, dejando a Microsoft prácticamente sin una comunidad que audite la calidad de su software.
Y mientras tanto, el usuario común lo sufre.
Requisitos absurdos: Windows 11 y su discriminación al hardware
Windows 11 nació con un pecado original: requisitos extremadamente restrictivos que excluyen a millones de PCs totalmente funcionales.
TPM 2.0, Secure Boot, CPUs de generaciones recientes… la experiencia es clara: Windows 11 no fue diseñado para funcionar en el hardware que la mayoría de personas tiene.
Esta política casi obliga al usuario a comprar hardware nuevo —caro, moderno, difícil de conseguir en algunos países— y deja atrás al corazón del ecosistema x86, aquel que sostiene a Windows desde sus inicios.
El futuro ARM y la obsesión por la IA
Microsoft está enfocándose de forma agresiva en:
- procesadores ARM
- hardware con NPU dedicadas
- un Windows profundamente integrado con IA
- una nueva generación de PC exclusivas para esta arquitectura
En el proceso, la compañía parece olvidar a los usuarios actuales de x86, quienes representan la gran mayoría del mercado real, no del futuro hipotético que Microsoft imagina.
Este movimiento deja una inquietante sensación:
Microsoft está diseñando un Windows para un público que aún no existe, descuidando al que sí existe hoy.
Más bugs por programación generada con IA
Otro elemento que preocupa a desarrolladores y expertos es la creciente utilización de IA para generar código del propio sistema operativo.
Si bien esto puede acelerar procesos, también ha traído consigo un incremento significativo en los errores, ya que el código generado por IA no siempre cumple los estándares de calidad y testeo que caracterizaban al desarrollo humano tradicional en Microsoft.
Windows 11 se está convirtiendo en un laboratorio lleno de experimentos, pero con muy poca supervisión.
El fantasma de MSN Messenger y Skype vuelve a aparecer
Esto no es nuevo para Microsoft.
La compañía ya cometió graves errores estratégicos en el pasado, como abandonar MSN Messenger, una plataforma extremadamente querida y con una base enorme de usuarios, para forzar la migración a Skype.
El resultado:
- MSN murió
- Skype nunca logró la misma popularidad
- Microsoft perdió millones de usuarios
Hoy muchos ven paralelos claros:
Windows 10 = Messenger
Windows 11 (para arm y mas IA) = Skype
(Nadie quiere mas IA mas telemetria, mas consumo innecesario de hardware)
¿El resultado volverá a ser el mismo?
Todo indica que Microsoft está sacrificando un producto estable, querido y masivamente adoptado —Windows 10— en favor de una versión moderna y restrictiva que no convence a gran parte del público.
Éxodo hacia macOS y Linux
Mientras Windows tropieza, otros sistemas avanzan.
macOS sigue siendo caro, pero ofrece un ecosistema sólido, pulido y perfectamente integrado.
Linux, por su parte, nunca estuvo tan fuerte:
- más amigable
- más estable
- más compatible
- más eficiente en hardware antiguo
- más libre
Millones de usuarios están migrando silenciosamente, cansados de la montaña rusa que se ha vuelto Windows 11.
Conclusión: Microsoft se está saboteando a sí mismo
Como usuario, fanático de Linux pero también admirador histórico de Windows, es triste ver cómo Microsoft repite los errores que ya cometió antes.
La empresa parece olvidar que la competencia es buena: macOS y Linux necesitan un Windows fuerte y estable para seguir evolucionando.
Pero con decisiones tan erráticas, Microsoft está poniendo en riesgo su propio ecosistema, alejando a entusiastas, profesionales y usuarios comunes.
Si no corrigen el rumbo, el legado de Windows —que se construyó durante décadas— podría erosionarse más rápido de lo que imaginamos.