18 de octubre de 2025

La confianza en Steam, la tienda digital más grande del mundo del PC gaming, vuelve a tambalearse. Una vez más queda demostrado que, mientras Valve disfruta de sus millonarias comisiones, la seguridad de los usuarios parece ser un asunto secundario. Un juego publicado en la plataforma contenía un malware peligroso que terminó robando datos a cientos de jugadores desprevenidos. Entre los afectados se encuentra incluso un streamer con cáncer, cuya situación personal ha convertido el caso en un símbolo de la indiferencia corporativa.


Un problema que no debería haber ocurrido

Los jugadores esperan que una plataforma con los recursos y prestigio de Steam aplique controles estrictos a todo lo que se publica en su escaparate. No estamos hablando de una tienda improvisada ni de un portal pirata; hablamos de una empresa multimillonaria que domina el mercado del videojuego digital. Sin embargo, este incidente demuestra que cualquiera puede subir un título contaminado y colarse entre los catálogos oficiales sin que nadie lo note hasta que es demasiado tarde.

Mientras Valve se enorgullece de sus ventas, ¿quién protege realmente a los usuarios? ¿Dónde están los filtros de seguridad, los análisis previos de software, los escaneos automáticos? La respuesta es evidente: en ningún sitio.


El alcance del daño

El malware no fue un caso aislado: hablamos de cientos de víctimas. Datos personales, contraseñas y posiblemente información bancaria quedaron expuestos en cuestión de minutos. Lo más indignante es que la infección no fue detectada de inmediato. Muchos jugadores instalaron y ejecutaron el título sin imaginar que estaban comprometiendo sus equipos.

La comunidad descubrió el problema cuando ya era demasiado tarde. Y aunque Valve retiró el juego después de que el escándalo estallara, para entonces el daño ya estaba hecho. Una reacción tardía que confirma una verdad incómoda: Steam actúa solo cuando la prensa y los usuarios presionan públicamente.


Una víctima emblemática

El caso que más ha impactado es el de un streamer enfermo de cáncer, que vio cómo, además de enfrentarse a su situación personal, terminaba siendo víctima de un robo digital mientras buscaba entretenerse o trabajar con la comunidad gamer. ¿Hace falta un ejemplo más cruel para entender que la seguridad no puede seguir siendo opcional?

El hecho de que un usuario en condición vulnerable haya sido expuesto a esta clase de ataque debería ser suficiente para que Valve replantee sus protocolos. Pero la historia reciente nos demuestra lo contrario: incidentes de seguridad en Steam son habituales y rara vez traen consecuencias para la compañía.


La raíz del problema: la pasividad de Valve

Valve se excusa constantemente con su filosofía de “apertura”, argumentando que cualquiera puede publicar juegos en Steam. Eso, en teoría, suena inclusivo. En la práctica, significa que no existe un verdadero control de calidad ni seguridad. El sistema “Steam Direct” permite a cualquiera pagar una pequeña tasa y subir su producto sin un análisis serio.

Esta política, diseñada para maximizar el catálogo y las ganancias, es también la puerta de entrada para juegos basura, clones, estafas y ahora, como vemos, malware disfrazado de videojuego.

La pregunta es inevitable:
¿cuántos recursos destina Valve a auditar su tienda? ¿Cuántos ingenieros de seguridad trabajan activamente para prevenir estas amenazas? ¿Y por qué, siendo una de las compañías más rentables del sector, invierte tan poco en proteger a sus clientes?


Una llamada de atención ignorada

Este incidente no es un accidente aislado, sino un síntoma de un problema estructural. Desde hace años, desarrolladores, críticos y jugadores denuncian la falta de control en la tienda de Steam. Juegos rotos, plagios descarados y proyectos fraudulentos conviven con títulos de calidad.

La diferencia ahora es que hablamos de seguridad informática: no es solo una cuestión de pagar por un mal producto, sino de arriesgar la integridad de tus datos, tus cuentas e incluso tu dinero real.

Y mientras tanto, Valve mantiene su actitud distante, confiando en que la fidelidad de los usuarios mantendrá las ventas sin importar los riesgos.


¿Qué deberían hacer?

Si Valve realmente respetara a sus jugadores, debería implementar de inmediato:

  • Revisión obligatoria de seguridad para cada juego antes de ser publicado.
  • Análisis automático de malware en actualizaciones y parches.
  • Protocolos de respuesta rápida que no dependan de que la comunidad haga ruido en redes sociales.
  • Compensaciones claras para los usuarios afectados por negligencia de la plataforma.

Nada de esto es imposible: otras tiendas digitales, como la App Store o la Play Store, ya aplican mecanismos similares para minimizar riesgos. ¿Por qué Steam no? Porque la prioridad sigue siendo el volumen de ventas y no la protección del cliente.


Conclusión: ¿Hasta cuándo?

El caso del juego con malware es una advertencia que Valve no debería ignorar, pero lo más probable es que lo entierre bajo comunicados vagos y silencios incómodos. La realidad es que, mientras los beneficios fluyan, la seguridad de los jugadores seguirá siendo una nota al pie en la estrategia de la compañía.

Los usuarios merecen más que una plataforma indiferente. Merecen una empresa que se tome en serio la confianza que millones depositan en ella. Si Valve no cambia, lo único que crecerá será la indignación… y la certeza de que jugar en Steam implica mucho más riesgo de lo que estamos dispuestos a tolerar.

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