21 de noviembre de 2024

En la gestión empresarial, especialmente en el ámbito del desarrollo de software, los incentivos juegan un papel crucial. En teoría, están diseñados para motivar a los empleados a alcanzar sus metas con mayor eficiencia y productividad. Sin embargo, cuando los incentivos están mal formulados, pueden generar efectos contraproducentes y fomentar comportamientos que, lejos de beneficiar a la empresa, la perjudican. Un ejemplo paradigmático es el de un programador que, al ver que ganaba dinero solucionando errores (bugs), comenzó a crearlos a propósito para luego corregirlos y, de esta manera, maximizar su ingreso.

Esta situación refleja un problema común en muchos entornos laborales: los malos incentivos. Como afirmó el economista Gary Becker, quien ganó el Premio Nobel en 1992, «las personas responden a incentivos». Pero cuando estos están mal diseñados, los empleados adaptan su comportamiento de formas inesperadas y, a menudo, dañinas para la organización.

Veamos cinco ejemplos concretos de cómo los incentivos mal planteados pueden derivar en malas prácticas entre los programadores y otros profesionales del desarrollo de software.


1. Incentivar la corrección de bugs a cambio de bonificaciones

Imaginemos que una empresa decide pagar una bonificación a los desarrolladores por cada bug que corrijan. Aunque la intención es buena (mejorar la calidad del software), el incentivo mal diseñado puede llevar a un comportamiento pernicioso. Al saber que cada bug solucionado aumenta sus ingresos, algunos desarrolladores pueden caer en la tentación de crear bugs intencionalmente o dejar errores menores sin solucionar para corregirlos más tarde y así ganar más dinero.

Esto convierte un proceso que debería estar orientado a mejorar la calidad del producto en una carrera por «fabricar» errores que posteriormente serán resueltos por los mismos programadores que los crearon.


2. Pagar por líneas de código escritas

En algunos proyectos de software, especialmente en sus inicios, se ha premiado a los programadores en función del número de líneas de código que escriben. La lógica es que más código significa más trabajo y, por lo tanto, más valor aportado. Sin embargo, este tipo de incentivo promueve la ineficiencia en la codificación, ya que los desarrolladores se ven impulsados a escribir más líneas, incluso si se trata de código innecesariamente largo o complicado, en lugar de optar por soluciones más eficientes y elegantes.

En lugar de buscar la simplicidad y claridad en el código, los programadores que trabajan bajo este esquema de incentivos pueden caer en la trampa de escribir código innecesario, lo que a largo plazo complica el mantenimiento y disminuye la calidad del software.


3. Premiar a los programadores que cumplen estrictamente con las fechas de entrega

Las fechas de entrega son importantes, pero si el incentivo se centra únicamente en la puntualidad y no en la calidad del trabajo, pueden surgir problemas. Algunos desarrolladores, ante la presión de cumplir con el plazo establecido, pueden priorizar la velocidad sobre la precisión, entregando código incompleto o mal testeado solo para evitar penalizaciones o ganar bonificaciones por puntualidad.

El resultado puede ser software plagado de errores que luego requerirá costosos parches y retrabajo, lo que termina siendo mucho más perjudicial para la empresa que haber extendido el plazo de entrega en primer lugar.


4. Incentivos ligados a métricas de productividad superficiales

Un error común es basar los incentivos en métricas superficiales como la cantidad de commits realizados, la cantidad de tickets cerrados o el número de pull requests enviados. Si bien estas métricas pueden ofrecer una idea del ritmo de trabajo, no necesariamente reflejan la calidad o el impacto del trabajo realizado. Incentivar a los programadores en función de estas métricas puede llevar a un comportamiento como cerrar tickets de forma rápida sin resolver completamente los problemas o enviar pequeñas actualizaciones de código divididas en varios commits innecesarios solo para inflar las métricas.

Este enfoque no solo es ineficaz, sino que puede generar una falsa sensación de productividad, donde la cantidad de trabajo no se traduce en valor real para el proyecto o la empresa.


5. Bonificaciones por proyectos completos sin importar la deuda técnica

Cuando las empresas ofrecen grandes bonificaciones por completar proyectos rápidamente, sin prestar atención a la deuda técnica acumulada, los programadores pueden sentirse incentivados a sacrificar la calidad del código por el cumplimiento de plazos. La deuda técnica se refiere a los atajos que se toman en el desarrollo de software para cumplir con un objetivo a corto plazo, pero que generan problemas a largo plazo, como código difícil de mantener, bajo rendimiento o fallos de seguridad.

Este enfoque premia la velocidad sobre la calidad, lo que puede llevar a un software insostenible que, eventualmente, requerirá mucho tiempo y esfuerzo adicional para ser mantenido y corregido.


El Desafío de los Incentivos Correctos en el Desarrollo de Software

Diseñar incentivos efectivos es un arte. Los incentivos deben alentar comportamientos deseables, como la mejora de la calidad, la eficiencia en el trabajo y la colaboración entre equipos, sin caer en trampas que generen efectos adversos. El desarrollo de software es una actividad compleja que no puede ser reducida a métricas simplistas ni a soluciones rápidas.

Cómo Evitar Malos Incentivos

  • Focalización en la calidad: Incentivar la calidad del trabajo en lugar de la cantidad o la velocidad es crucial. Evaluaciones de código, pruebas exhaustivas y revisiones por pares son más eficaces para garantizar la calidad que bonificaciones por correcciones rápidas o por cantidad de líneas de código.
  • Reconocer el trabajo colaborativo: En lugar de premiar solo a los individuos, se debe fomentar el trabajo en equipo, especialmente en proyectos que requieren la colaboración de varios desarrolladores.
  • Evitar métricas superficiales: Es importante no basar los incentivos en números que no reflejan el impacto real del trabajo. Los incentivos deben estar alineados con los resultados tangibles y la satisfacción del cliente o usuario final.

Conclusión

La historia del programador que empezó a crear bugs a propósito para ganar más dinero es un ejemplo extremo, pero real, de cómo los incentivos mal diseñados pueden generar comportamientos indeseados en el desarrollo de software. Las empresas deben ser cautelosas al establecer sus políticas de incentivos, asegurándose de que fomenten la excelencia en el trabajo y no la complacencia, la ineficiencia o incluso el engaño. Diseñar incentivos que realmente promuevan la productividad y la calidad es un reto, pero es clave para el éxito a largo plazo de cualquier organización de desarrollo de software.

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